jueves, 15 de febrero de 2018


Leyenda del Cerro de los Siete Colores


Hay historias cuyo origen se remonta a un tiempo que no se puede contar, existen desde que el mundo es mundo. Como la que cuenta que una vez la Pachamama mandó a llamar a los duendes que habitan los cerros para darles la tarea de hermosear uno de esos picos, a fin de que los habitantes de la región quedaran enamorados de la tierra y no la abandonaran.

Esta tarea para nada sencilla iba a necesitar la complicidad de otros agentes, era indispensable que los humanos no viesen a los duendecitos, así que Pachamama acudió a Mama Quilla (luna) para pedirle que ayudara en las noches a sus pintorcitos a no perderse; pidió luego a Inti (sol) que durante el día pusiera especial atención en iluminar la obra que resultara para que todos pudiesen verla.

Todos respondieron a la convocatoria que hiciera la Madre Tierra favorablemente y fue el viento el que llevó el mensaje a los cardones para que le contaran a la Pacha

Los cardones desde años embellecen el altiplano y su impronta es lo que hasta entonces había hecho que los habitantes de esas tierras secas, lejanas y silenciosas siguieran siendo atractivas para sus habitantes, además de ser siempre sitio obligado de muchas otras personas que no conocían la lengua del lugar pero que sabían de la belleza que encerraba en lo profundo de sus valles y lo elevado de sus picos y planicies.

Y el plan comenzó a desarrollarse. La luna salió como todas las noches a recorrer el cielo e iluminar la tierra mientras el sol descansaba. Los duendes alistaron sus pinceles y marcharon llenos de alegría al son de un cántico que no se oye y que los pone muy contentos. Parados frente al cerro, observan a los cardones que les indicarán por dónde empezar.

Entonces la magia comienzan, los duendes cogen sus pinceles, los mojan en el salar blanco y recogen los colores del cerro ‘paleta de pintor’ que la Pachamama les ha preparado para poder colorear el otro cerro con los ‘siete colores’.

Los duendes comienzan a pintar. Los pigmentos cargados de color tierra y sal dejan destellos de luz cuando los pinceles hacen ribetes en el aire y sobre el cerro. Las llamas se acercan y donan su lana para renovar el pincel, las ovejas miran y los cardones se enamoran de los dibujos que se van delineando. La luz de Mama Quilla se intensifica cuando las estrellas excitadas se acercan para apreciar la obra de arte en proceso. Los duendes saltan y ríen, están felices, su trabajo es también una ofrenda a los dioses.

Los ríos no son ajenos al espectáculo y se tiñen color tierra cuando los duendes enjuagan en ellos sus pinceles, así el agua del deshielo llega a la gente llena de la magia con la que los pintorcitos colorean el cerro.

Durante toda la noche los artistas mágicos desarrollan su tarea. Usan el rosa de los flamencos, el rojo de los minerales de la mina, piden prestado un poco de verde a los pastos del valle, al dorado se lo calotearon a Inti y del centro de la tierra traen el naranja, el azul se hizo con un poco de cielo de noche mezclado con el blanco del salar.

Los pintores preparan los colores en la paleta y esperan la aprobación de la Pacha Mama para seguir la tarea. La Madre tierra contempla la obra, se siente satisfecha y orgullosa.

Los cardones que antes guiaban a los duendes dónde tenían que ir pintando, ahora les avisan la llegada próxima de Inti. Mama Quilla empieza a esconderse tras la cordillera. Los duendes empiezan a juntar sus cosas, y al paso van pincelando el paisaje y salpicando colores por todas partes.

Los duendes se van a descansar cuando otros seres empiezan a despertarse. Van a volver cuando de nuevo Mama Quilla vuelva y seguir con la tarea que la Pachamama les ha encomendado, tarea interminable. Su trabajo será admirado por todos a la luz de Inti, y no sólo por los lugareños, sino que atraerá miles de vecinos y gentes de otros lugares muy lejanos.

Dicen que el canto que no puede oírse de los duendes se ha convertido en un eco que viene de lo profundo de los cerros y las personas lo han recogido en una copla que los pobladores de Purmamarca y Maimará suelen cantar cuando el crepúsculo llega, acompañados por sicus, erkes, y el sonido del viento las voces se elevan y cantan esta coplita para dale ánimo a los duendes, para agradecer su obra y para que las voces que chocan en las paredes de los cerros, golpeen las partículas de sal de los pigmentos y las hagan brillar como estrellas en la noche:

Hay fiesta hoy en el cielo,

La luna llena se acerca,

Los duendes más que felices

De comenzar la encomienda.

Con pinceles de vicuña,

Con colores y con magia,

Bajan por la quebrada

Ofrendando a Pachamama.

Antes que el Sol los alcance,

Antes que las estrellas se apaguen,

Pintarán colores y sombras,

En la quebrada del Valle.

Con gritos sordos, los duendes

Me cantaron esta copla

Me la contaron al oído

Para pasarla de boca en boca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario